Comentario
La obra de Pedro Cieza de León
La exposición de lo que significa la totalidad de la obra de Cieza ha sido ya hecha en el estudio preliminar que he realizado para la edición de la Primera Parte de la Crónica del Perú10, y a él me remito. Pero para que el lector de esta edición conozca --sin verse obligado a consultar el citado estudio-- el punto exacto al que corresponde la Segunda Parte de la Crónica del Perú, o Señorío de los Incas, dentro del esquema previo que el autor se formó, es conveniente que veamos la disposición de la obra toda. Esta es la siguiente:
Primera parte de la Crónica del Perú. Editada en Sevilla en 1553. Parece que ya la tenía terminada en Lima en 1550. Y que hizo sólo pequeños retoques en España.
Segunda Parte. Del Señorío de los Incas Yupanquis. Resultado de su viaje al Alto Perú, el Collao y los Charcas, por orden del Presidente Gasca.
Tercera Parte. Del Descubrimiento y Conquista deste reino del Perú. Desde Panamá hasta el descubrimiento, fundación de Lima, etc, hasta el comienzo de las rivalidades entre los dos caudillos --Pizarro y Almagro-- y sus partidarios, que sería objeto de una parte distinta.
Cuarta Parte: Las guerras civiles del Perú. Dividida en cinco libros:
1. La Guerra de las Salinas.
2. La Guerra de Chupas.
3. La Guerra de Quito.
4. La Guerra de Huarina.
5. La Guerra de Xaquixahuana.
Sólo enunciando así la estructura general de la obra podemos darnos cuenta del ambicioso proyecto de aquel joven pionero indiano, que no llegarla a cumplir los cuarenta años, pero sí cumpliría, valga la repetición, su plan. Tiene un sólido, férreo esqueleto lógico. Primero la descripción del medio en que se desarrolla lo que va a narrar, que es lo que publicó en Sevilla, y luego lo demás, pero ¿obedeciendo a qué razonamiento de planificación? Lo que le había interesado a Gasca era que hiciera la memoria de los acontecimientos de la sublevación, para lo cual le entregó sus propios papeles como hemos visto y a ello debería haberse ceñido Cieza, pero su espíritu ordenado no le permitía comenzar su trabajo desde la llegada del Presidente, puesto que tenía ya escrito todo lo relativo a sus doce años y meses que llevaba en las Indias, y quedaría sin explicación previa que era lo que había motivado la sublevación de los conquistadores y la necesidad de tomar medidas enérgicas contra ella.
Es seguro que le expuso esta idea al Presidente y que obtuvo su beneplácito, ya que éste lo designa, como hemos visto, cronista de Indias11. Si tenía ya redactada la primera parte, y Gasca quería que compusiera una obra que arrancara del Descubrimiento y conquista, hasta la regularización del Perú, por obra suya, era indispensable que se dijera --entre una cosa y otra, la tierra y la conquista-- quiénes eran los que allí había, grandeza de su organización, etc., porque así tomaba mayor relieve lo hecho por lo que se ha dado en llamar un puñado de hombres, de hombres españoles, uno de los cuales --aunque en el norte del propio Perú-- era el autor Cieza.
Esta Segunda Parte que editamos ahora, es como hemos visto el eslabón imprescindible para poder comenzar la que titularía --según el esquema presentado-- Descubrimiento y Conquista.
Para terminar esta valoración global de la obra de Cieza, apoyémonos en las frases de sus modernos editores. Jiménez de la Espada afirma que el reino que conquistó Pizarro, cuenta con la historia mejor, más concienzuda12. Aranibar13 pondera que es mérito del organizado espíritu de Cieza haber trazado a mediados del siglo XVI un primer esquema de la historia peruana; finalmente Porras cierra con un juicio la. Valoración definitiva de la obra de Cieza, al decir que... el avance realizado por Cieza de esos desordenados y escasos datos a la obra orgánica y definitiva que es El Señorío de los Incas, produce en el terreno histórico el mismo efecto de un brusco salto a la cadena de las especies biológicas. La historia del Incario nace adulta con Cieza.
No sólo --completemos la frase-- la historia del Incario nace adulta, sino la historia de todo este período. Las partes que marcara Cieza son las que aún siguen vigentes: a) Lo preinca ( a que hace continua referencia en sus dos primeras partes), b) el Incario, c) la Conquista y d) las guerras civiles.
Emigración de manuscritos, incautaciones, extravíos, malos usos y recuperaciones.
Desde 1554 hasta fines del siglo XIX los manuscritos de Cieza de León sufrieron lo que yo he calificado --en la introducción de la Primera Parte-- de un verdadero calvario. Desde el momento en que testa Cieza, hasta que en los años del ochocientos y del novecientos, en que comienzan a hallarse manuscritos de su obra discurren por canales escondidos los originales, perdiéndose quizá los que redactara el propio Cieza, pero haciéndose copias de ellos, que son las que se han hallado y publicado, aunque todavía no hayan visto la luz todos ellos.
He repetido varias veces en este estudio preliminar, que todo arranca de la muerte misma de Cieza y de sus prescripciones testamentarias, y por ello debemos comenzar con ellas para que nos sirvan de hilo de Ariadna conductor al destino que tuvieron sus papeles. Partamos también de otra certeza, que ya hemos indicado, pero que tenemos que tener presente al tomar la secuencia del destino de su obra: que ésta estaba concluida (quizá salvo los dos últimos libros de la Cuarta Parte). La lamentación de Vedia14 de que por desgracia para las letras sólo gozamos de la Parte Primera, que es la impresa, habiéndose extraviado y perdido cuanto en su continuación escribió Cieza, que no sabemos si llegó a concluir su trabajo... merece, por lo que vamos a ver, ser rectificada en parte y confirmada también en parte. Sí los manuscritos se habían extraviado, pero no perdido15, y el propio Vedia ignoraba, o no se dió cuenta, que precisamente la Segunda parte había sido incorporada por Herrera a su Historia, en el siglo XVII, y que lo mismo había hecho, pero ignorando el nombre del autor, o confundiéndolo, pocos años antes, en su Conquest of Perú, William Prescott; esto es lo que es razonable en Vedia, no así el que no hubiera terminado su obra, pues hoy podemos saber que no fue así.
Con la convicción de que al morir Cieza, la obra estaba ya completa --salvo lo que indicamos-- y que al menos, que es lo que nos interesa, la Segunda parte ya existía, leamos qué es lo que dice el propio cronista en su última voluntad (entre otras muchas cosas sobre su personalidad, que ha revelado el hallazgo de Maticorena), poniendo un número a cada una de las etapas del curso del movimiento de los originales:
1. Testamento-- El 23 de junio de 1554, Juan de Llerena, suegro de Cieza, copia de su mano las últimas voluntades de su yerno, porque éste ya no puede mover las manos, que entre muchas cosas dice lo siguiente sobre su obra:
Ytem mando que otro libro que yo escrebí, que contiene la coronica de los yngas (es decir, este libro que ahora editamos) y lo del descubrimiento y Conquista del Perú, que si alguno de mis albaceas lo quisiera imprimir, que lo tome y goze del y del provecho de ymprenta, y si no lo quisiera, mando que lo embien al Obispo de Chiapa, a la corte, y se lo den con el dicho cargo de que lo ymprima.
Se pregunta Maticorena --y todo el que esto lea-- si Cieza conoció personalmente a Fr. Bartolomé de las Casas, en Sevilla, ya que éste imprimía su Brevíssima en 1552 y Cieza su Primera Parte en 1553, y que este encargo es una prueba de tal amistad entre los dos. Casas no se hace eco de haberlo conocido, y sólo menciona en sus obras lo que estaba publicado, pero, como muchos hemos observado, en los escritos de Cieza hay una clara influencia lascasiana.
Lo que hemos transcrito evidencia que El Señorío de los Incas estaba concluido y dispuesto para la imprenta en el momento mismo de morir su autor. Leamos ahora las previsiones que hace sobre el resto de su obra, aunque tanto una como otra parte van a sufrir idénticos destinos:
Ytem mando que y quiero que por cuanto yo escriví un libro, digo tres libros, sobre las guerras civiles del Perú, todo escrito de mano, guarnecidos en pergamino, los quales si de presente se ymprimiesen, pordían cabsar algunos escándalos y algunas personas se sentirían dello, de los en ellos se contiene de los casos, que en las dichas guerras pasaron, por ser de poco tiempo pasado, por tanto mando que mis albaÿeas tomen los dichos tres libros y rrelaÿiones, que todo está en un en el dicho escritorio, dexen en él solo los dichos tres libros y rrelacciones que más oviere dello, y lo ÿierren y sellen y pongan en el dicho escritorio otros dos candados pequeños, y por abto (acta) ante escribano público se ponga el dicho escritorio ÿerrado en el monasterio de las Cuevas, o en otro monesterio qual a mis albaÿeas les paresÿiere. El cual esté depositado y las llaves estén en poder de mis albaÿeas en cada una la suya hasta quinze años después de mi falleÿimiento, en el cual tiempo ninguna persona lo vea, los quales pasados por mano de mis albaÿeas, o de qualquiera dellos que fuere vivo, o si no fuere vivo el dicho tiempo, por mano del perlado del monesterio donde estuviere, se de alguna persona dota esperta para que lo vea e corrija, y de lo que pareÿiese que se deva quitar, de lo que fuese superfluo en la dicha obra, syn añadir nada en lo que está escrito, y en lo que queda por escribir, conforme a las rrelaÿiones questan en el dicho escritorio, pueda proseguir por la orden que le pareÿiere, dando razón hasta donde halló escrito y donde comenÿo él a escrebir y que desta manera lo pueda ymprimir guardando la honrra y fama de todos, de manera que a ninguno venga daño, ni disfame y goze del provecho de la ymprenta. Y si alguno de mis albaÿeas lo quisiesse dar de su mano a persona tal, lo pueda hazer Y mando que sobre lo atrás dicho el monesterio, o parte donde se pusiere el dicho escritorio y libros, haga rrecado y escritura que a mis albaÿeas les paresca conviene.
Por desgracia parece que ninguna de estas cláusulas se cumplió, pues no hay rastro de escritura de depósito, y quedaron los manuscritos en manos de sus parientes o amigos, en las que los vería Fr. Pedro Aguado en 1583, aunque lo que éste nos dice es totalmente vago. Pasemos al segundo punto.
2. Reclamaciones del Consejo de Indias.--Pasarán nueve años hasta que volvamos a tener noticias del paradero de los manuscritos. Es en 1563 cuando por cédula del Consejo se ordena a Gascó, Inquisidor de Sevilla --al que sin duda los albaceas habían entregado en depósito los manuscritos-- para que entregue dos libros de Cieza (parece que deben ser los consignados en el testamento), así como otros debidos de Fernández de Oviedo16. El inquisidor no debió hacer mucho caso, pues tres años después, el 24 de julio de 1566 (firmada por el Rey ...en el bosque de Segovia) se reclamaba a los herederos del ya difunto Gascó que entregaran los manuscritos, so pena --para la Cámara del Rey-- de 10.000 maravedís.
Como Gascó sólo debía ser depositario, se le reclaman los manuscritos al más allegado pariente de Cieza, Rodrigo Cieza, cura de Castilleja de la Cuesta, que debió entregarlos, bajo alta presión oficial entre 1566 y 1567, al Consejo de Indias. ¿Para qué los quería este alto organismo? No es ahora el lugar de hacer disquisiciones, pues el tema se presta a varias y diferentes hipótesis. Una, la más lógica, es que se quisiera conocer lo que habían escrito importantes cronistas acreditados ya por sus anteriores obras, para publicarlas o para ponerlas a disposición de los actuales cronistas oficiales de Indias, del Consejo de las mismas (como en efecto se hizo, como veremos). La segunda suposición es que el Consejo deseaba tener en su poder todo lo que se escribía --especialmente por las gentes que habían estado en América-- para cribar en cierto modo, o censurar, lo que pudiera dañar al buen nombre de España, y de la administración colonial.
Los papeles fueron entregados --los libros de Cieza-- al cosmógrafo Alonso de Santa Cruz. La primera hipótesis es, pues más segura, ya que Santa Cruz debía escribir algo para el Consejo.
3. Reclamaciones al Consejo.-- Se vuelven las tornas en el año 1568. Rodrigo Cieza reclama al Consejo la devolución de los escritos de su hermano. Esto nos hace suponer que el argumento exhibido para que él los entregara fue que se iban a publicar, y en vista de que Santa Cruz no hacía nada, Rodrigo, pide que vuelva a su poder los libros fraternales. Pero Santa Cruz ha muerto y del arca de Santa Cruz --como se llama en los documentos al armario donde éste tuvo sus papeles-- se hizo entrega a Juan López de Velasco de lo que ella contenía.
Rodrigo ha de insistir, por lo tanto, para que este nuevo funcionario del Consejo le devuelva los ansiados manuscritos. Largo debió ser el calvario personal del hermano del cronista, ante la muralla de la burocracia filipina (Felipe II es sin duda el fundador de la burocracia moderna y papelista), pues parece que van y vienen escritos oficiales, pero nada consigue, pues aunque se le ordena la devolución a López de Velasco, éste no cumple nada. Se vuelve a mencionar el arca de Santa Cruz de donde debieron salir los manuscritos de Pedro Cieza, pero el asunto sigue estancado, y sólo hoy vamos teniendo conocimiento del pesado pleito del pobre Rodrigo Cieza para conseguir --lo que no lograría-- su objetivo. Todavía en 1578 el cura de Castilleja conmina a López de Velasco, amenazándolo con denunciarlo y llevarlo a la cárcel. Pero no hay rastro de que se le entregue nada, quizá porque ya no estaban en poder del Consejo, sino que habían pasado a la Cámara de S.M.
Para seguir esta dudosa pista y volvernos a encontrar con alguna noticia en el siglo XVIII, debemos hacer una breve digresión. Entre 1567 y 1570 se realiza la importante visita (inspección) de Juan de Ovando al Consejo de Indias, lo que supuso una total reorganización del mismo, y se limpiarían los archivos, quitando de ellos lo no importante. En otras palabras, que si López de Velasco no devolvía nada era porque ya no lo tenía en su poder. En El Escorial el manuscrito que usó Jiménez de la Espada (del que luego hablamos) lleva una anotación que dice que procede de las relaciones del tiempo de la visita, y no puede referirse a otra que a la citada de Ovando. Este debió expurgar los papeles que se conservaban en el Consejo y aquellos que no podían ser destruidos, por su antigüedad, valor o interés, los pasó a la Real Biblioteca, es decir a la Cámara de S.M. De allí serían transitoriamente tomados por un historiador, y sin duda devueltos, ya que se conservan en la Real Biblioteca escurialense.
Este historiador es Antonio de Herrera y Tordesillas, nombrado Cronista de Indias en 1956. Antonio Ballesteros, en su Proemio a la Historia de éste informa detalladamente, como en parte ya lo hiciera Jiménez de la Espada, de los libros que se le facilitaron a Herrera para cumplir su cometido de hacer una gran Historia de los hechos de los castellanos en Tierra Firme e Islas del Mar Océano, y entre ellas no aparece mencionado ningún texto que se diga es de Pedro Cieza. Pero esta es la lista, que se conserva, de lo que Herrera pidió que se adquiriera, no de lo que él utilizó. Aunque poco escrupuloso en apoderarse de escritos ajenos, según costumbre bastante extendida en su tiempo, se vanagloria a veces de las informaciones que usa para su obra, y asegura en su Historia que había utilizado papeles de la Cámara de Su Majestad. No debe cabernos la menor duda de que uno de esos papeles fue El Señorío de los Incas, por la sencilla razón de que, como dice Jiménez de la Espada, Herrera se atrevió a sepultar en sus Décadas una crónica entera y modelo en su clase, y con ella el nombre de un soldado valiente y pundonoroso17, Cieza de León. Es tan idéntica la redacción de capítulos enteros de Herrera con los del manuscrito hallado luego en el El Escorial, que no cabe la menor vacilación en asegurar que el cronista de Indias del siglo XVII había plagiado --o incorporado deshonestamente-- el texto del otro cronista de Indias, Cieza, designado con tal título por Pedro de la Gasca en el Perú, en el siglo XVI.
Y aquí termina la historia de las noticias sobre el manuscrito de El Señorío de los Incas, que luego sería encontrado, y no en original, en el siglo XIX.
En este siglo XIX se va a proceder a la recuperación de la obra, comenzando precisamente por esta Segunda Parte, que volvemos a editar ahora. Pero fue una recuperación incompleta, ya que la hizo el norteamericano --hispanista insigne en tantos aspectos-- William Prescott (como ya indicamos en el estudio preliminar de la edición de la Primera Parte) usándolo como fuente para su Conquest of Peru, según una copia que le proporcionó el librero Obadiah Rich, tomada del texto que se conserva en El Escorial. Incompleta porque una mala lectura de la preposición para (traduciéndola como por) hizo que pensara que había sido escrita por el Presidente Sarmiento, del Consejo de Indias, para quien sin duda fue realizada la copia escurialense, en los tiempos en que se reclamaba la obra de Cieza al inquisidor de Sevilla.
Fue Harrisse el primero que se dio cuenta de esta equivocación traductora de Prescott18, pero sin dar todavía con el autor, tomando el texto (que ya sitúa en la biblioteca de El Escorial, pero con error en la signatura) como anónimo, propio de un unknown author, como dice textualmente. La obra de Cieza emergía lentamente --en 1847--, a los doscientos noventa y tres años de la muerte de su autor.